El gran apagón eléctrico en España: causas, consecuencias y lecciones del 28 de abril de 2025
Según la actualidad económica, el 28 de abril de 2025 quedará marcado en la memoria de millones de ciudadanos como el día en que España quedó prácticamente a oscuras. Un apagón eléctrico de magnitud sin precedentes paralizó la península ibérica durante varias horas, afectando no solo a hogares y empresas, sino también al transporte, las telecomunicaciones, la sanidad y la vida cotidiana en general. Este evento ha puesto de manifiesto una serie de debilidades estructurales en el sistema energético español que, si no se abordan con urgencia, podrían volver a causar estragos en el futuro.

¿Qué sucedió el 28 de abril de 2025?
Pasaban las 12:30 del mediodía cuando, de manera repentina, se produjo una caída drástica en la generación eléctrica de la península. Se estima que cerca del 60% de la energía disponible en ese momento desapareció en apenas unos minutos, dejando sin suministro eléctrico a la práctica totalidad del territorio español, así como a buena parte de Portugal y Andorra.
Este colapso fue detectado de forma inmediata por los sistemas de protección automática de los países vecinos. Francia, al identificar anomalías de frecuencia en la red ibérica, activó su protocolo de desconexión para evitar que el problema se extendiera al resto del continente. Con las interconexiones limitadas, la península quedó aislada y sin capacidad de compensar el desequilibrio energético.
Causas del apagón: una tormenta perfecta
Las causas que desencadenaron el apagón son múltiples y están relacionadas con fallos tanto estructurales como coyunturales. Entre los factores más relevantes, destacan los siguientes:
1. Baja demanda y parada de centrales nucleares
Durante la Semana Santa, la demanda eléctrica bajó drásticamente debido a la menor actividad industrial y al uso intensivo de energías renovables, especialmente solar y eólica. Esta sobreproducción llevó a que los precios del mercado eléctrico fueran negativos en determinados momentos. Como respuesta, algunas centrales nucleares decidieron detener temporalmente su producción, ya que no era rentable continuar generando energía.
Esta decisión, aunque legal, dejó al sistema con una menor capacidad de reacción ante una situación crítica.
2. Dependencia de energías intermitentes
El creciente peso de las energías renovables en el mix energético español es una buena noticia en términos medioambientales para toda la actualidad económica, pero plantea desafíos en cuanto a estabilidad y fiabilidad. Las fuentes como la solar o la eólica dependen de condiciones climáticas y, en caso de una caída abrupta de su generación, pueden dejar huecos difíciles de cubrir si no hay suficiente respaldo.
En el momento del apagón, se produjo una rápida reducción de la producción eólica que, sumada a la inactividad de parte del parque nuclear, dejó al sistema sin margen de maniobra.
3. Escasa capacidad de interconexión con Europa
España lleva años arrastrando una de las interconexiones eléctricas más bajas de Europa. Apenas un 2% de la capacidad instalada puede ser cubierta por importaciones desde Francia. Esta situación convierte a la península ibérica en una “isla energética” con escaso margen para recibir ayuda externa en momentos de crisis. Cuando Francia se desconectó para proteger su red, dejó a España y Portugal completamente aisladas.
Consecuencias del apagón
El apagón tuvo un impacto brutal en la vida cotidiana, la economía y los servicios esenciales. A continuación, se detallan algunas de las principales consecuencias que se vivieron durante esas horas de oscuridad:
1. Colapso del transporte
Trenes de cercanías, metros, tranvías y semáforos dejaron de funcionar en cuestión de minutos. Las estaciones quedaron paralizadas, y miles de personas se vieron obligadas a evacuar túneles y vagones. En ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla, se vivieron escenas de auténtico caos en las calles.
2. Fallo de las telecomunicaciones
Las antenas de telefonía móvil y las redes de internet dejaron de funcionar por la falta de suministro. Aunque algunos operadores contaban con sistemas de respaldo, estos se agotaron rápidamente. Millones de personas quedaron incomunicadas, sin acceso a noticias fiables o posibilidad de contactar con familiares.
3. Impacto sanitario
Varios hospitales activaron sus generadores de emergencia, pero no todos los centros estaban preparados para una interrupción tan prolongada. Se reportaron al menos ocho muertes relacionadas directa o indirectamente con el apagón: personas mayores dependientes de respiradores eléctricos, pacientes en quirófanos que sufrieron complicaciones, y varios incendios domésticos causados por velas y generadores caseros.
4. Efecto económico inmediato
El corte de suministro provocó el cierre temporal de fábricas, oficinas, supermercados, gasolineras y bancos. Las pérdidas económicas del día se estiman en varios cientos de millones de euros. Además, la necesidad de activar plantas de ciclo combinado (que funcionan con gas) disparó el precio de la electricidad en los días posteriores, con incrementos de hasta el 450%.
Gestión de la emergencia
La respuesta institucional fue rápida, pero no exenta de críticas. Se activaron los protocolos de emergencia a nivel nacional y autonómico, se desplegaron efectivos de Protección Civil y se establecieron centros de coordinación en cada comunidad afectada. Algunas regiones decretaron la suspensión de clases al día siguiente como medida de precaución.
La recuperación total del suministro se logró de forma progresiva. A las 17:00 horas comenzó a restablecerse la red en zonas concretas del norte, y a las 6:00 del día siguiente ya se había alcanzado el 99% del abastecimiento eléctrico.
Lecciones del gran apagón de España
El apagón del 28 de abril ha sido un duro recordatorio de la vulnerabilidad de los sistemas eléctricos modernos y de la necesidad de adaptar la infraestructura a una realidad energética cambiante. Estas son algunas de las principales lecciones extraídas de la crisis:
1. Aumentar la capacidad de interconexión
España debe invertir con urgencia en reforzar sus conexiones eléctricas con el resto de Europa. Aumentar del actual 2% al 10% recomendado por la Unión Europea permitiría contar con un colchón de seguridad ante crisis internas y facilitaría la integración de energías renovables.
2. Mantener reservas estratégicas y capacidad firme
Aunque la apuesta por las renovables es imparable, es imprescindible mantener cierta capacidad de generación “firme”, es decir, capaz de funcionar independientemente del clima. Las centrales de gas, las hidroeléctricas o incluso las nucleares pueden desempeñar este papel.
3. Promover el autoconsumo y los sistemas de respaldo
El autoconsumo solar con baterías puede ayudar a reducir la presión sobre la red y garantizar electricidad a hogares y empresas en caso de fallo. También se debe fomentar el uso de sistemas de alimentación ininterrumpida (SAI) y generadores de respaldo en hospitales, centros de datos, aeropuertos y otras infraestructuras críticas.
4. Digitalización y ciberseguridad
El apagón también plantea preguntas sobre la seguridad del sistema eléctrico frente a posibles ciberataques. Es esencial mejorar la monitorización digital, la redundancia de los sistemas de control y la capacidad de respuesta rápida ante anomalías. La digitalización del sistema debe ir acompañada de fuertes medidas de ciberseguridad.
5. Concienciación ciudadana
La población debe estar informada y preparada para emergencias de este tipo. Campañas de comunicación pública sobre cómo actuar ante un corte eléctrico, qué materiales tener en casa o cómo proteger dispositivos sensibles son medidas clave para reducir el impacto social en futuras crisis.
El gran apagón del 28 de abril de 2025 ha sido uno de los eventos más disruptivos de los últimos años en España. A pesar de su brevedad, sus consecuencias han sido profundas y han puesto en evidencia las carencias de un sistema eléctrico que necesita ser modernizado y reforzado.
Si bien el país ha avanzado notablemente en la transición hacia las energías limpias, este incidente muestra que la sostenibilidad también debe ir de la mano de la resiliencia y la seguridad. Invertir en infraestructuras, mejorar la planificación, y concienciar a la ciudadanía son tareas ineludibles para evitar que algo así vuelva a ocurrir.
El futuro energético de España pasa por aprender de este error y construir un sistema más robusto, interconectado y preparado para cualquier desafío.